Ni siquiera los vecinos del barrio nos damos cuenta de la importancia que ha adquirido este punto del mapa urbano para toda la ciudad desde que se abrió Lagoh y el proyecto de Ciudad de la Justicia se decantó por su construcción en los aledaños. Y no son solamente los nuevos alicientes. Alrededor de Heliópolis se han consolidado unas estructuras sólidamente urbanas, que van desde la pujante realidad del actual Bermejales hasta la Avenida Reina Mercedes con sus centros universitarios o a la evolución del Puerto, volens nolens, hacia un «distrito urbano-portuario» que incluye mucho más que la -acabada de abrirse- propuesta de conversión de la Avenida de Las Razas en un rosario de edificios de tercera generación, con oficinas, lugares de ocio y viviendas: el Puerto se abrirá hasta el mismo río, y sus tinglados y su Avenida interna pasarán a enriquecer a este ente público con las licencias «urbanas», con la ciudad abriéndose paso en lo que hasta ahora ha sido el sucio, estruendoso y mugriento muelle de graneles, que derivará hacia la recién anunciada segunda dársena en el «lago de los hippies». Y abrazándolo todo, y muriendo -por ahora- en el muelle de graneles, el Parque del Guadaira, espléndido, suntuoso a despecho de los indios que pintan sus monumentos.
El viejo y señorial Heliópolis, con sus centros docentes de gran categoría y su estadio deportivo de primera división, se une ahora a ese anillo poderoso y múltiple para atraer la atención de un público que llega desde toda la ciudad. Ya poco queda de aquél límite urbano donde aparecía el campo o, por mejor decir, el muro de contención del peligroso Guadaira.
El Ayuntamiento ha comenzado a hacer obras en el barrio hace dos años, a partir de la renovación completa de la calle Chile. Este verano de 2020 terminó la modernización de las redes de Endesa y ha asfaltado completamente otra calle larga, Nicaragua. Hace una semana ha inaugurado las obras del carril bici en García Tejero, y ha completado el acerado de esta misma vía que desemboca en la glorieta de Dinamarca. Ha anunciado, en fin, que en 2021 asfaltará otras dos calles. Pero el estado del barrio es lamentable. Se cae a pedazos. Nada que ver con el barrio residencial y coqueto, moderno y profesional, que debería ser por su estructura.
Y es porque ni nosotros mismos nos lo creemos. Hemos de concienciarnos de que ahora acaba de forjarse un eje urbano de alta modernidad administrativa, técnica, universitaria y comercial. Seguimos en la siesta, en las tradiciones obsoletas, en el desánimo y el pesimismo. ¿Hasta cuándo?

