Una tarde soleada de noviembre nos permite ver ls bondades y maldades de nuestro Parque del Guadaira, esta vez desde la perspectiva de la acción de nuestros semejantes. Junto a una inocente diversión canina en el charco creado por las lluvias, encontramos la acción de los vándalos, que no se queda únicamente en lo que ponemos, pero que basta para deplorar la noción de convivencia que tienen algunos.

La otra visión es la de quienes tienen que demostrar, no se sabe ante qué público, que pueden ofender un monumento como el dedicado a los prisioneros de guerra que hicieron el colector central de la ciudad con su esfuerzo obligado, único y modesto monumento por lo demás en varios kilómetros a la redonda, y que el Ayuntamiento había repintado para dejarlo libre de garabatos. Ahora aparecen de nuevo pintarrajeados por la mano de gentes sin cerebro, que además se ocupan de dañar las esquinas con sus tacones o, quizá, con sus extremidades córneas.

El nuevo registro gigante de conducciones situado junto al colegio Corpus Christi tampoco se ha librado de la acción de los vándalos:

Pero no podemos terminar nuestro recorrido de la tarde de noviembre sin la otra cara de los vándalos. Las talas de las pitas que realizaron en la esquina Perú-Ifni, también cerca del colegio indicado, quizá para calentarse una noche o por el mero placer de destruir, han dado origen a unos estupendos brotes en las tres plantas, y ahora podemos esperar de nuevo el verdor de origen. Aleluyah.
